
«Gay, ciego», así se describe a sí mismo. Su nombre es Gustavo Guzmán, tiene 23 años y es mexicano. Actualmente estudia 5º semestre de Psicología general, está en quinto semestre. Es un chico gay que vive con discapacidad pues es ciego.
¿Cómo vive un gay ciego en el núcleo familiar, en el ligue y ante su sexualidad?
Todo iba más o menos normal, hasta que a los 19 años en el baño de un antro me resbalé y me caí. Ni siquiera metí las manos, me golpeé la cabeza y ahí quedé a media fiesta. Eso causó que se desprendieran mis retinas. Desde entonces me defino a mí mismo como la interseccionalidad en persona: soy gay, ciego, moreno, gordo, oaxaqueño.
Poco a poco me he ido adaptando a mi discapacidad y he ido aprendiendo mucho de ella. Aunque no todo ha sido tan fácil. Antes de la discapacidad yo estaba descubriendo el mundo LGBT+, pero cuando pasó todo decidí apartarme de todo. Cerré todas mis redes y yo me dediqué a ser miserable durante un año en mi cama debido a la depresión.
Cuando superé ese episodio depresivo y empecé a aceptar mi discapacidad, volví a establecer contacto con algunos amigos y a contarles sobre mí y sobre mi nueva condición. No todos lo entendieron. Supongo que les dio miedo, asco, lástima… qué sé yo. La mayoría me dejaron de hablar y se alejaron de mí, cosa que me lastimó.
Increíblemente fueron mis amigas y amigos no homofóbicos quienes más me apoyaron, me dieron la mano y contribuyeron a la seguridad que aún hoy estoy desarrollando. Gracias a Twitter, en 2018 mi vida cambió por completo: me di cuenta de que existe una gran diversidad de gente en el mundo, y que, al menos aquí, la gente abraza esta diversidad.
El ligue y el mundo gay al ser ciego
Antes prefería presentarme en redes sin mencionar mi discapacidad, que ellos me conocieran por lo que soy. ¡Pero sorpresa! Al final cuando el chavo quería conocerme y salir juntos, yo le decía: «Está bien, vamos a salir, pero hay un pequeño detalle: tengo una discapacidad visual». Entonces pasaba lo mismo: me empezaban a tratar como enfermito, con su discurso de «no te preocupes, yo voy a estar ahí apoyándote, en mí tienes a un gran AMIGO y puedes confiar en mí».
También hubo los que de plano me dejaron de hablar por completo y me borraban de todo. Entonces decidí ya ser visible en todas mis redes como un chico gay y ciego. A partir de eso, el número de interesados bajó considerablemente. Aunque le veo el lado positivo: de alguna manera mi discapacidad ha sido para mí un filtro de personas que desde su ignorancia y su miedo tienen comportamientos nefastos.
En las apps de ligue tengo historias… curiosas. Uso Grindr, y desde que le descargué me di cuenta de que no tiene ninguna opción de accesibilidad para personas con discapacidad visual. Es como si nosotros no existiéramos. Es superdifícil interactuar. Solo bajando una app de terceros que usa etiquetas para personas ciegas pude utilizar la otra app. Estas son cosas por las que no tienen que pasar los demás gays.
Al utilizar la app, al mencionar mi discapacidad las personas automáticamente me bloqueaban, por lo que opté por dejar de comentarlo.

«¿Qué, no ves?»
Dejar de mencionar mi discapacidad al ligar ha sido lo mejor, porque en cuanto lo saben dejan de manifestar interés o de plano se van. Algo así me pasó la semana pasada: invité a un chavo a la casa y cuando llegó me extendió la mano para saludarme. Como evidentemente no lo vi, no le contesté el saludo y se sacó de onda. Me preguntó: «¿Qué no ves?», a lo que yo respondí que no.
Quiero pensar que solo es miedo, que si la gente supiera más de las personas con discapacidad ese miedo no estaría más. Por eso ahora soy más visible, al menos en mi Twitter.
La autoaceptación y el humor como punto de partida
El humor fue la manera más fácil de afrontar y aceptar mi discapacidad. Esto me lo enseñó una querida amiga que también es ciega. Ella me dijo: «Ante la adversidad tienes dos opciones: reír o llorar». Yo definitivamente estoy mejor cuando me río de mí mismo. Además he tomado el ejemplo de comediantes y de ellos he aprendido que la comedia es una forma muy sutil de mandar un mensaje, de hacer entender a la gente que también existimos, que también tenemos sentido del humor y que también vivimos en esta sociedad.
Es una forma de ir normalizando nuestro existir, porque a través de la risa, la gente entiende mejor las problemáticas que existen, y eso les ayuda a reflexionar al respecto.
La verdad yo no me considero gracioso, pero se me ocurren cosas graciosas cuando me pasa algo en mi cotidianidad como persona con discapacidad. Entonces, simplemente las escribo y la verdad es que he tenido una buena respuesta de parte de la gente, lo cual comprueba lo que decía anteriormente: la gente se relaja y dice «ah, qué ciego tan cotorro», «me cae bien». Por un momento la discapacidad deja de ser lo único que ven en mí para centrarse en mis otros atributos.
«Hay que hablar de personas LGBT+ con discapacidad. Aquí estamos y existimos»: Gustavo

Hoy, prácticamente no se habla nada de discapacidad y homosexualidad, ni de personas trans que viven con una discapacidad, y lo que no se nombra no existe. Es por esto que es tan necesario hablar sobre ello, de mostrarnos tal y como somos. Necesitamos que la gente empiece a hablar sobre nosotros y sobre los problemas que enfrentamos, como la doble discriminación a la que estamos expuestos: por un lado por ser LGBT+ y por otro por vivir con una discapacidad.
Todo esto empieza dentro de nuestras familias. Cuando naces con tu discapacidad, tu propia familia te trata como un niño enfermito a pesar de que tengas veintitantos años o más. Esto es porque siempre te vieron con esta percepción de desventaja, de compasión, de lástima. Te perciben como un niño enfermo, y como a cualquier niño, no los ven como seres sexuales. Lo mismo nos pasa a nosotros.
Esto es sumamente problemático para una familia que te ha visto ‘como un angelito’. Es muy difícil para ellos asumir que tenemos necesidades sexuales. A eso súmale cuando buscamos satisfacerlas con personas de nuestro mismo género. O cuando su ‘angelito’ ya no quiere ser angelito sino ‘angelita’. Aquí pueden suceder muchísimas cosas. Desde el silencio, las personas con discapacidad ocultamos nuestra orientación sexual o identidad de género. Nos recluimos para no causar problemas en el núcleo familiar, lo cual conlleva a constantes episodios de depresión e infelicidad.
Es por eso que para mí es tan importante que se hable de discapacidad, sin compasión, sin lástima. Que en los medios se nos dé presencia y visibilidad, que se vuelva accesible la información para las diferentes discapacidades. Solo aceptando que estamos aquí y existimos podremos incorporarnos a la sociedad con naturalidad.
Adaptación de la entrevista a Gustavo Guzmán el 20 de noviembre de 2020 en Huajuapan de León, Oaxaca – México.