A propósito del mes del amor y la amistad no hay tema más certero para hablar en esta época llena de dulces, detalles y demás. Pero y en la profundidad de estos tangibles, ¿habrá algo más profundo?. No parece coherente tanta celebración de esta fecha con trago, comida, chocolate y papel regalo, con un mundo donde aún no encontramos la paz, donde los niños y niñas, las personas con discapacidad y las minorías son perseguidas o en el mejor caso invisibles, donde nos sentimos orgullosos de frases como “el vivo vive del bobo”, “papaya puesta, papaya partida” y así, todo lo que infle los egos de personas con pobreza afectiva.
Así mismo, los medios como la televisión andan haciendo apologías a narcotraficantes, delincuentes y personas con mucho dinero pero con pocos valores, educación y pobre amor por los demás.
Pero no es necesario irnos tan allá, analicemos en nuestro medio laboral como este pensamiento salido de la sociedad capitalista que pondera lo material por encima de los valores y lo afectivo, en la cual se trabaja por la plata y a pesar de que nos rigen códigos éticos y la moral, en lo cotidiano lo olvidamos y en este inconsciente colectivo y personal empezamos a actuar como máquinas de consumo y perdemos lo humano. Así, cuando se nos acerca un niño a mostrarnos su horroroso matacho que para el significa el príncipe de su padre, le quitamos la sonrisa diciéndole que no coloreó bien, que no siguió las reglas, que no respetó los límites.
Se observan profesionales de la salud que van a atender un niño(a) y saludan primero a su padre que es el adulto, si es que se acuerdan de saludar al niño(a), nunca le comentan que le van a hacer, así vayan a entrar a lo más valioso de un ser humano, como es su intimidad, y lo tocan sin pedirle permiso, y por supuesto si llora o se niega, se quejan con sus padres para que lo castiguen, vociferando en los pasillos “mamá este niño no me trabajó en la terapia”, y su ego le reafirma que cómo se atrevió ese ser diminuto y “menos valido” a dañar el plan que tenía para poder hacer rápido su trabajo y así, paciente tras paciente lucrar su cuenta.
Bueno, y ni que decir del medio educativo donde tenemos una fijación con que todo comportamiento de niños, niñas y adolescentes es por llamar la atención, para poder usar la indiferencia uno de los medios de comunicación preferidos de los adultos hacia los niños y niñas.
Pero aparte de esto existe algo peor, los que convencidos en su enaltecido ego juzgan, critican y se van en contra de los revolucionarios del afecto.
Sí, así es, contra esos locos que prefieren sentarse con los niños y niñas que con los adultos, esos que saludan primero a los niños/as que son sus pacientes y se atreven a jugar con ellos, esos que no les importan las malas caras de los adolescentes y a pesar de eso se quedan con ellos hasta que logran que expresen sus sentimientos, esos que no les importa que el niño llame la atención diciendo qué le duele lo que no le duele y en todo caso lo abrazan y le dan una “agüita mágica” para que se le quite, esos que a veces lloran las penas de amor con esos niños/as, esos que escuchan a esos padres que la vida les ha dado duro con su lucha contra las barreras sociales y actitudinales, esos locos que brindan su ser para escuchar las heridas causadas por lo que los persiguen, esos que no tienen plata pero son multimillonarios en afecto, los que no dan regalos de marca pero dan abrazos reparadores de almas y de corazones, esos que entienden que es más rentable dar que recibir para sus almas, los locos revolucionarios del afecto.
Sí, esto es una realidad. Pero como toda realidad se puede cambiar y desde el principio más básico de la psicología humana, cada ser humano que hace consiente lo inconsciente y decide cambiar lo puede hacer. Igualmente los hábitos nacen de una acción, muchas acciones repetidas hacen un hábito, entonces si desde hoy realizamos la primera acción para cambiar, probablemente en algún tiempo nos habituemos en el amor, el respeto y la solidaridad hacia los demás. Así seriamos parte de la Revolución del Afecto.
Empecemos por darle un giro a la celebración del día del amor y la amistad, que además del regalito, el dulce y demás, regalemos palabras y abrazos restauradores de almas, que además de la cena, el almuerzo y demás, este sea un espacio para expresar afecto a nuestros seres queridos y que en este mes nos propongamos a escuchar, a jugar, a saludar y a sonreír más a esas personas que nos dan el sustento diario y se merecen un sitio donde se sientan en familia, donde se diviertan y sonrían, donde les brindemos una atención que se diferencia de todas las atenciones que reciben en otros lugares a los que van.
Como dijo Carl Jung: “Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar una alma humana sea apenas otra alma humana”.
Liliana Paola Acosta Velásquez
Coordinadora Programa de Protección – Asopormen