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Las enfermedades mentales son la principal causa de discapacidad del siglo XXI y afectan a aproximadamente mil millones de personas en todo el mundo. La depresión es la causa principal y gran contribuyente a este número: más de 250 millones de personas viven y lidian con esta afección en todo el mundo. El número de personas a las que se recetan medicamentos antidepresivos, el tratamiento de primera línea para la depresión, aumenta cada año, y el mercado para ellos está valorado en aproximadamente $ 15 mil millones de dólares. Sin embargo, las tasas de prevalencia de la depresión no han disminuido pese a los tratamientos, mayores estudios, seguimiento y apertura hacia el tema. Una de las razones de esta paradoja es el fracaso de la ciencia para explicar adecuadamente cómo y por qué ocurre la depresión.

La psiquiatría ha buscado durante mucho tiempo y no ha podido encontrar una explicación biomédica convincente para la depresión. Una idea popular, la «hipótesis de la serotonina», se inspiró en la observación de que los medicamentos con incidencia en aumentar la actividad de esta sustancia química y natural en el  cerebro, pues tenía efectos antidepresivos. Por tanto, a mediados de la década de 1980 se produce por primera vez el Prozac (nombre químico de la fluoxetina) como el famoso antidepresivo inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina (ISRS). Con los años, llegó el Cipralex (Escitalopram) como uno de los antidepresivos más nuevos y de mejor rendimiento.

Si bien, la hipótesis de la serotonina tiene cierta base científica, la industria farmacéutica la ha sobrevendido enormemente. Esto ha avivado el escepticismo sobre las explicaciones neuroquímicas unilaterales de la depresión, que sugieren por ejemplo, que las personas están deprimidas porque sus niveles de serotonina son demasiado bajos. La evidencia más reciente indica que los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina) como el escitalopram son solo marginalmente más efectivos para tratar la depresión que un placebo, con tasas de respuesta el 50-60%. Otras limitaciones de los ISRS incluyen un cumplimiento deficiente, recurrencia de síntomas cuando las personas dejan de tomarlos, efectos secundarios desagradables y una aparición lenta de los efectos antidepresivos.

Hace nueve años se comenzó a investigar para un doctorado, alternativas a los medicamentos antidepresivos. La psilocibina, un componente de los «hongos mágicos», es un psicodélico clásico. Cuando se toma en dosis altas altera profundamente la calidad de la conciencia de la persona, produce visiones complejas y libera recuerdos y sentimientos reprimidos. Después de completar una serie de estudios sobre la psilocibina, incluido un ensayo anterior de sus efectos entre personas con depresión resistente al tratamiento, los expertos se propusieron diseñar una prueba más rigurosa que podría ayudar a contextualizar la promesa terapéutica del fármaco. El ensayo resultante se completó el año pasado y sus hallazgos ahora se han publicado en el New England Journal of Medicine.

Fue un ensayo sin conocimiento pleno de los pacientes, de forma aleatoria y controlada en el que participaron 59 personas con depresión de moderada a grave. Fueron asignados al azar a uno de dos grupos de tratamiento: uno en el que el tratamiento principal fue un ciclo de seis semanas del antidepresivo ISRS convencional, escitalopram, y otro en el que el tratamiento principal fueron dos sesiones de terapia de psilocibina en dosis altas.

Aquellos en el grupo de escitalopram lo hicieron tan bien como cabría esperar, según los datos de ensayos previos de ISRS y el curso relativamente corto de seis semanas. En cuatro niveles diferentes de síntomas depresivos, la tasa de respuesta promedio al escitalopram al final del ensayo fue del 33%. En cambio, la psilocibina funcionó más rápidamente, disminuyendo las puntuaciones de depresión a tan solo un día después de la primera sesión de dosificación. Al final del ensayo, la tasa de respuesta promedio a la terapia con psilocibina fue de más del 70%.

Si bien sospechábamos que la psilocibina podría funcionar bien en comparación con el ISRS, no esperábamos que funcionara tan bien como lo hizo. De hecho, la hipótesis principal inicial de este ensayo fue que la terapia con psilocibina tendría efectos superiores sobre el bienestar psicológico, pero no sobre las puntuaciones de gravedad de la depresión. Esta predicción fue apoyada en general, pero las personas en el grupo de psilocibina también mostraron evidencia de mayores mejoras en la mayoría de las medidas de depresión, así como síntomas de ansiedad, trabajo y funcionamiento social, sentimientos suicidas y la capacidad de sentir emoción y placer.

Ambos grupos experimentaron niveles similares de efectos secundarios, pero el grupo de escitalopram experimentó peor somnolencia, resequedad en la boca, disfunción sexual y ansiedad. En el grupo de psilocibina, el efecto secundario más frecuente fue un dolor de cabeza leve a moderado un día después de la administración de la dosis. Se está realizando un trabajo de seguimiento de seis meses para probar nuestra predicción de que los efectos positivos observados en el grupo de la psilocibina serán más duraderos.

Entonces, ¿por qué la psilocibina parece ser un tratamiento más exitoso para la depresión que un antidepresivo típico? Los datos de imágenes cerebrales del ensayo, junto con los datos psicológicos que recopilamos, parecen mostrar que, si bien los ISRS reducen la profundidad emocional al reducir la capacidad de respuesta de los circuitos de estrés del cerebro, lo que ayuda a aliviar los síntomas depresivos, la psilocibina parece liberar el pensamiento y el sentimiento. Lo hace al «desregular» el aspecto más desarrollado evolutivamente de nuestro cerebro, el neocórtex. Cuando esta liberación se produce junto con el apoyo psicológico profesional, el resultado más común es una renovada amplitud de perspectiva. La terapia psicodélica parece catalizar un tipo de crecimiento psicológico que conduce a la salud mental, superponiéndose en muchos aspectos con el crecimiento espiritual.

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El aspecto más emocionante de este ensayo es la sensación de que estamos al borde de un cambio de paradigma en la atención de la salud mental vinculado a una mejor comprensión de los orígenes de la depresión y cómo podemos tratarla de la manera más eficaz. Este cambio nos alejará de una perspectiva anticuada y miope de “solo medicamentos” que ha dominado la psiquiatría durante varias décadas, y hacia un modelo “biopsicosocial” multinivel. Este modelo ve los síntomas de la depresión como una respuesta adaptativa a la adversidad, con causas psicosociales descifrables, aunque complejas. Los psicodélicos pueden tratar la depresión activando poderosos estados cerebrales que han evolucionado en los humanos para catalizar cambios psicológicos profundos. Cuando estos estados «hiperplásticos» se combinan con un contexto ambiental enriquecedor, los hábitos mentales y de comportamiento defensivos pueden sufrir una revisión saludable y potencialmente duradera.

Estas ideas no se limitan a la academia. Desde que se escribieron sobre los avances y efectos en la medicina psicodélica para el periódico The Guardian el año pasado, el estado de Oregon en los Estados Unidos votó a favor de legalizar la terapia con psilocibina, también se presentó un proyecto de ley en el Senado para despenalizar las drogas psicodélicas en California y varias políticas también se están revisando en Nueva York, Washington DC, Nueva Jersey, Florida, Canadá, Australia y Reino Unido. El gobierno australiano ha prometido 15 millones de dólares australianos para la investigación psicodélica, mientras que en las principales universidades estadounidenses se han anunciado dos nuevos centros de investigación dedicados al estudio de la medicina psicodélica. Por supuesto, nuestro estudio ciertamente no es una licencia para que las personas se automediquen. Pero estos son avances emocionantes y muestran que los gobiernos están reconociendo los beneficios de las terapias psicodélicas.

Muchos obstáculos ya han frenado el progreso de la medicina psicodélica, y sin duda habrán más, desde cuestiones  que van al campo del litigio hasta el campo de las objeciones morales. Si queremos lograr una mejora del bienestar psicológico a nivel de la población, este camino no será fácil. A pesar del reciente juicio histórico, a veces nos cuestionamos sí se puede lograr. Sin embargo, una cosa de la que estamos seguros es que debemos intentarlo.

Interpretado y adaptado al español desde el artículo publicado en The Guardian por Robin Carhart-Harris, Director del Centro de Investigaciones Psicodélicas del Imperial College de Londres, el pasado 20 de abril de 2021.

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